-Hola Vicky.
-Hola papá.
Me da la espalda, bebe su zumo a pequeños sorbos, con una mano apoyada en el borde de la pica. Deja espacio para que yo pueda llenar un vaso de agua.
-Dame un beso al menos. ¿No es un poco tarde para volver a casa?
-Es que hemos ido a desayunar.
Se gira y me besa, ahora su pelo es azul, de espaldas es rojo; veo sus ojos agrandados y brillantes como dos focos y sus mandíbulas tensas y apretadas.
-Me voy a la habitación.
No falla, es como un reloj, cada sábado la misma historia. ¿Y cómo esconder ciertas cosas a una persona nacida en 1965…? Se podía engañar a los padres de posguerra, los de la siguiente generación tuvimos información de primera mano. Y si su madre estuviera aquí, ¿qué haría? ¿Actuaría, trataría de meterla en cintura, o se lavaría las manos…? Vaya pregunta más estúpida...desde la butaca del salón escucho el ritmo apagado pero machacón de su música preferida, ahora fumará y fumará hasta que le entre el sueño, y yo seguiré aquí, sentado, haciéndome preguntas más o menos estúpidas…luchando por buscar la calma, y para que este pacto de silencio que nadie acordó no me sofoque y se desborde, ahogándonos a los dos.
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