dissabte, 22 de febrer del 2014

poemas en clave de tuit vol.3

Despierto justo a tiempo, la marea lame mis piernas. Tardo más de un momento, en recordar la fiesta. Pero no le echo la culpa al viento, ni a la humedad que me hiela. Podría escribir mil versos al desamor que me pesa, cuando sé que hasta aquí, me guió una botella.







Practiqué el perdón, la aceptación, la paciencia y el desapego; subí montes, crucé mares, recorrí países enteros; me acosté con diez mujeres, por mero pasatiempo; no había venganza que me aplacara, ni vino que me saciara, ni placer que me excitara, ni cuerpo que lo resista; no es fácil admitir, que has estado ciego; ni asumir lo que se pierde, por no decir te quiero.



  
    



Te recuerdo llorosa, agitando la mano. Aquel andén vacío, mísero y abandonado. Quería grabarte en mi memoria, marcar aquel recuerdo a fuego; que me asfixiara como el humo a los valles mineros. Pero en el último momento, lo vi todo claro. Para destruir los tópicos, hay que dar el primer paso. Bajé del tren y te besé en los labios. Llorabas de alegría, te temblaban las manos. El humo nos envolvía, como a un recuerdo borracho. No olvides nunca que deserté, para estar siempre a tu lado.








Difícil delimitar cordura y locura. Tu recuerdo siempre crea, en mi mente, la duda. Borracho, inconstante, agresivo y pendenciero; un tipo curioso, una suma de defectos. Llegabas siempre tarde, robándome mi tiempo. Estrella prematura, divo verdadero; genio genuino, sin fama ni dinero.







Te las prometías felices, y ahora estás baldado; las peores decepciones no se aceptan de buen grado. ¿Fue su voz, su cuerpo joven, la inocencia que fingía al bajar los párpados...? Quién te iba a decir, que no quería trato. Ahora me dirás, que no era para tanto; tu orgullo se revela hasta en los fracasos. Pero sabes que yo sé, y desvías la mirada, esa espía que nos lee más allá de las fachadas. Al menos tendré un recuerdo, que me endulce tu arrogancia…cuando fuiste a por amor, y terminaste masacrado; eterna moraleja, la del lobo trasquilado.







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dilluns, 3 de febrer del 2014

Después de la tormenta, de David Bailón

La Editorial Falsaria, en su breve tiempo de vida, ha puesto más de 10 títulos en el mercado dando a conocer, en general, primeras obras de autores de gran talento.
A mediado de diciembre de 2013 sale a la luz Después de la tormenta, del joven escritor malagueño David Bailón siendo aceptada por la crítica y el público en general.
En este sentido, Bailón interpela al lector a través de una pregunta: ¿Qué ocurriría si, en uno de esos mundos posibles, se nos plantease otro resultado distinto al conflicto bélico más importante que asoló España durante la primera mitad del siglo XX? Responder ese interrogante, con la mayor naturalidad y muy buen resultado, es lo que intenta develar Después de la tormenta.
En un tiempo indeterminado tras la contienda, son los republicanos quienes ganaron la guerra y quienes imponen sus normas. Y David Bailón presenta esta nueva realidad de una forma coherente y bien construida y dejando que sea la propia historia la que fluya.
La acción, que transcurre en una pequeña población andaluza, está cargada de la atmósfera, las maneras y los personajes que conducirán al lector por el ambiente de la época.
 
 
 
 
 
 
 

dissabte, 1 de febrer del 2014

el lobo de Hollywood

Este post de hoy no se centra en la película que acabo de ver, sino en su director, el incombustible Martin Scorsese.

La película más antigua que he visto de él se titula “Malas Calles” (Mean Streets), una película de culto en la que aparecen unos jovencísimos Robert De Niro y Harvey Keitel. En ella se muestran ya muchos de los lugares comunes que marcarán la carrera de Scorsese: el retrato de los bajos fondos y de la marginalidad, el de la comunidad ítaloamericana estadounidense, los símbolos católicos omnipresentes en algunas de sus películas (siempre que los personajes sean ítaloamericanos), la violencia endémica en la sociedad americana, y la música, las canciones entremezcladas con las imágenes que muchas veces dan a sus películas la apariencia de videoclips de larga duración. “Malas Calles” no es nada del otro mundo, se nota que fue rodada con pocos medios y que el director era primerizo, y está muy lejos de ser una de sus obras maestras.



 



Pero poco después llegó “Taxi Driver”, y Scorsese empezó a hacerse un nombre dentro del cine americano. Es muy difícil, y será muy difícil en el futuro, crear un personaje tan redondo como el Travis Bickle de la película. Esa extraña mezcla de sujeto ignorante, insomne, psicópata y justiciero que llena por completo la trama no se hubiese podido urdir sin la colaboración de Paul Schrader, uno de los guionistas y directores americanos de más talento del final del siglo veinte. Schrader ha dirigido pequeñas joyas como “Aflicción” y “Posibilidad de Escape”, y estuvo detrás de la filmación de “Taxi Driver”. Todo en esta película se ha vuelto mítico con el paso del tiempo: la idea del crimen como manera de salir del anonimato, de ser “algo en la vida”, el retrato de una Nueva York degradada y sucia, los diálogos de Robert De Niro delante del espejo, el papel secundario de una Jodie Foster aún adolescente…y lo increíble del caso es que no se llevó el Oscar, el Oscar de aquel año se lo llevó “Rocky”, que no es una mala película, tiene un buen guión, una buena banda sonora y unas escenas de boxeo realistas, un digno papel de Stallone antes de que cayera en la comercialidad más burda, pero que en condiciones normales no era rival para una película como “Taxi Driver”. Quizás en Hollywood tuvieran miedo de mojarse con una película tan controvertida, y decidieron darle el Oscar a otra más típica.







No sé si en respuesta, o como venganza, a tamaña afrenta, Scorsese rodó “Toro Salvaje” cuatro años después. Es la historia real de Jake La Motta, un boxeador violento y algo desequilibrado, rodada en un elegante blanco y negro. En mi opinión la mejor película del director, con permiso de la recién estrenada. Muy significativos los crucifijos en las escenas íntimas, rodadas dentro de las casas, e increíblemente poderoso uno de los subtemas, los celos patológicos que siente La Motta hacia su mujer, celos que acaban por convertir la vida familiar del boxeador en un auténtico infierno. De Niro está insuperable, llegó a engordar veinte kilos para rodar las escenas finales de la película, en las que se filma a La Motta en el apogeo de su decadencia. No muchos actores son capaces de hazañas de ese calibre para interpretar sus papeles, pero es que quizás De Niro haya sido uno de los más grandes de la historia del cine, junto a Al Pacino, Marlon Brando, Jack Lemmon o Kirk Douglas.








A Scorsese se le ha acusado de director maldito, puesto que muchas de sus películas, “Toro Salvaje” incluida, han funcionado mal en taquilla; se le ha acusado de director tramposo, no sé muy bien en base a qué; se le ha acusado de efectista, a causa de su abuso de los efectos visuales y de la cámara lenta (para comprobar esto sólo ha de verse el final del último combate entre La Motta y Sugar Ray Robinson), e incluso de manierista, entendido esto como un director que se recrea y se regodea en las peculiaridades de su estilo. Yo tendría que decir a todo esto que bienvenido sea su manierismo, si gracias a él hemos podido disfrutar de las escenas de Robert De Niro hablando a los espejos, ya sea encarnando a Bickle o a La Motta. Eso no es manierismo, eso no es recrearse, eso es maestría, es cine en estado puro.








Nada reseñable (o al menos no tanto) en la década de los ochenta, Scorsese rodó entre otras “El Color del Dinero” (muy inferior a su precuela, “El Buscavidas”) y “La Última Tentación de Cristo”, película que en su día suscitó una gran polémica, polémica enterrada a causa del inevitable paso del tiempo y de una polémica aún mayor, la que creó la publicación de “El Código Da Vinci”. Parece que son cíclicas estas polémicas entorno a la figura de Jesucristo, pero es que no deja de ser la figura clave de la religión y de la cultura de los países de tradición judeocristiana, y por ello son muchos los artistas que se ven tentados a ofrecer su versión personal sobre su vida y sus obras.

La gran campanada estaba por llegar y fue “Uno de los Nuestros” (Goodfellas), una de las cumbres del cine negro. Película ambigua donde las haya, tan ambigua al menos como el clásico actual por excelencia, “El Padrino”, pero de una ambigüedad completamente diferente. Si en “El Padrino” uno acaba sintiéndose atraído y conmovido por el halo romántico que desprenden los personajes, en “Goodfellas” uno acaba queriendo ser como ellos, uno de ellos, a causa del inmenso carisma de sus protagonistas. De hecho creo que Micheal Corleone y el personaje interpretado por Joe Pesci en “Goodfellas” podrían catalogarse como antagónicos, aun siendo los dos del mismo ramo. Al Michael torturado y lleno de remordimientos que se hace cargo de los negocios familiares, casi por obligación y como respuesta a los atentados contra su familia, podría oponerse el individuo violento y sin escrúpulos que interpreta Joe Pesci; los dos encarnan la distinta visión con la que Coppola y Scorsese abordaron el mismo tema. “Goodfellas” es la última película que le pondría a un adolescente, a causa de esa ambigüedad moral, a causa de esa apología que hace Ray Liotta de su modo de vida, con frases como “desde que tengo uso de razón siempre quise ser un gangster” o “ahora tengo que pasar el resto de mi vida siendo un gilipollas”. Hablar de estos temas me lleva a recordar una conversación que tuve con una chica que conocí, que me dijo: “Nos sentimos atraídos por este tipo de películas porque somos cazadores, porque la violencia forma parte de nosotros. Nos atraen estos personajes porque, al fin y al cabo, son los que se atreven a ejercerla”. Quizás con estas ideas en la cabeza sea más fácil disfrutar del humor corrosivo de Scorsese, o del arte con el que Robert De Niro patea cabezas; en todo caso yo podría haberle replicado que, en el momento en que se impusieron los cazadores, la raza humana la jodió pero bien jodida.








Scorsese se siente fascinado por la violencia, especialmente la que subyace en la sociedad americana. Pero si me pusiera a hablar de la violencia en el cine tendría la sensación de estar repitiéndome, porque ya hablé de ello en un post que escribí sobre “Django Desencadenado”, el último film de Tarantino. Hablando de Tarantino, mucho le debe su cine al cine de Scorsese, posee muchas características similares: humor negro, malvados súper carismáticos, bandas sonoras preparadas para tener un peso tan grande como el de las imágenes…y no sólo Tarantino, sino los hermanos Coen, u otros directores, menos reconocidos, autores de películas como “Sospechosos Habituales” o “Cosas que Hacer en Denver Cuando Estás Muerto”. Todos ellos han mamado del cine de Scorsese, aunque también habría que preguntarse cuántos Tarantinos harían falta para realizar una película como “Toro Salvaje”…








Scorsese siguió dirigiendo después de “Uno de los Nuestros”, después vino “El Cabo del Miedo”, un remake de una película clásica protagonizada por Robert Mitchum. De nuevo junto a De Niro, explora otra de sus obsesiones, radicada en la perenne dualidad entre el bien y el mal; ni los personajes “buenos” son tan buenos, ni los “malos” tan malos. Esto se ve clarísimo en el personaje del padre, el “abogado”, que no duda en recurrir a la violencia para librarse del acoso de Max Cady. Los dos actores lo bordaron; Nick Nolte, otro actor como la copa de un pino, se prestaba mucho a ese dualismo, y De Niro estuvo en su línea, quizás un tanto histriónico, pero con tantos méritos a sus espaldas se le puede perdonar que exagerase un poco. No fue su última colaboración con el director; después llegó “Casino”, tan parecida a “Goodfellas” que parecía su secuela. El director, a pesar de todo esto, aún tardaría una década en ganar el Oscar.







Un Oscar que llegó al fin con “Infiltrados”, que ya contaba con Leo DiCaprio como nuevo actor fetiche. Una película vibrante, trepidante y efectista, es cierto, pero que aborda con una sutileza casi perfecta el tema de la traición y de la mentira. Jamás se me ha pasado tan rápido un film de tan larga duración, dos horas y media de película que pasan en un suspiro, pero…pero aquí el que miente soy yo. Porque sí hay una película que se me ha pasado aún más rápido, dura tres horas, y es la que vi ayer noche. Obviando “Gangs of New York” y “Shutter Island”, grandes obras ambas, creo que me toca ya hablar de “El Lobo de Wall Street”, la última del director ítaloamericano.

Qué puedo decir…véanla, por favor, véanla. Es increíble. Es quizás la mejor película del director, que es mucho decir. Sólo tengo palabras de elogio, no sé ni por dónde comenzar. Me he reído a carcajadas (es casi una comedia encubierta), me he excitado, me ha hecho pensar, DiCaprio hace el papel de su vida, es una de las mejores películas de la historia del cine, y no lo digo porque la haya visto en una pantalla digital inmensa, de verdad que no lo digo por eso…véanla, de verdad, es una maravilla. Utilizando una técnica ya utilizada en “Goodfellas”, la voz en off, desgrana la historia real de un ejecutivo de Wall Street que acaba siendo devorado por su propio éxito. Hasta la voz en off es utilizada como elemento cómico, el humorismo del director nunca había estado tan presente en ningún film anterior. Hacía tiempo que no escuchaba en un cine ataques de risa colectivos. Es una historia muy de nuestro tiempo, expone la ideología imperante en la actualidad: haz dinero, lo más deprisa posible, con el menor esfuerzo, y sin mirar de donde viene. Véanla, es una delicia. Y miren que se presta mucho a hacer discursos, ya me entienden, con los tiempos que corren y con la crisis que estamos sufriendo podría aprovechar este mi espacio para cagarme en todo, pero no lo voy a hacer; soy demasiado consciente, dolorosamente consciente, de que cada vez que se critica algo te acaban acusando de antisistema, o de intentar torpedear el buen funcionamiento de la economía, así que…queden todos los lobos de Wall Street pasados, presentes y futuros, pretéritos, actuales o venideros, como motores de la economía (sobre todo de la suya) y como súper héroes del capitalismo, aunque cometan pequeños hurtos de vez en cuando.







Y ya acabo, da gusto poder escribir sobre un director al que conozco bien. Ahora sólo falta que estrene Clint Eastwood y mi felicidad será completa. Me gusta escribir. Buenas noches.