dimarts, 12 de novembre del 2013

el callejón









Mi nombre es…pero bueno, qué importa…a modo de pista podría asegurarles que no lo encontrarían en la guía. Me dedicaba a la investigación privada, era un detective chapado a la antigua. Lo que se entendía como un tipo duro, al menos antes, aunque la mía era una curiosa dureza llena de debilidades…un tipo duro fui hasta que investigué el caso decisivo de mi vida, hasta que se me congeló la columna vertebral en aquel callejón inmundo. Todo empezó con una llamada, con una voz ronca de mujer al otro lado del aparato. Me pidió que siguiera a un hombre absurdamente parecido a mí, al menos en lo físico; mientras apuntaba lo que aquella mujer iba dictando me parecía estar escuchando la descripción de mi propio cuerpo…más de cuarenta años, alto y muy cargado de hombros, pasado de peso, cabello casi blanco…me dijo que mi sueldo iría llegando a la oficina de forma regular, todos los lunes, en unos sobres certificados, que ella no estaba en condiciones de aparecer por la oficina…una lástima, pensaba yo mientras el auricular iba susurrando detalles, aquella voz apagada y medio rota denotaba que no era ninguna jovencita, que quizás era una mujer interesante a mis ojos, es decir, de más de cuarenta y cansada de todo. Los pitidos discontinuos de la línea me sacaron de aquella fantasía recurrente, dedicaba tanto tiempo al trabajo que cada vez ponía más esperanzas en ligar con las clientas. El lugar de trabajo del objeto de la investigación estaba cerca de mi oficina, y según los datos que me había facilitado la mujer faltaba poco para que finalizara su jornada. Encontré un bar desde el cual se veía la puerta por la que en teoría saldría aquel hombre. Comí alguna porquería y pedí dos cervezas, ni siquiera terminé la segunda porque apareció enseguida. Era muy corpulento, aun más ancho de lo que había imaginado a causa de un abrigo largo de piel con hombreras que le llegaba hasta las rodillas. Se tapaba el rostro con una bufanda que casi se juntaba con la visera de su sombrero. Pagué, salí del bar y me coloqué a una distancia prudente de él. Dio algunos rodeos, pero antes de que llegáramos a aquel barrio ya sabía de qué iba todo aquello; la canita al aire después de la oficina, la mujer que necesita pruebas para solicitar el divorcio, muchos años investigando casos así, siempre la misma y la misma y la misma mierda…la ciudad iba oscureciéndose por momentos, apagándose como una sala de cine después de los anuncios, ya me llegaba el olor de la niebla fétida que subía del cauce del río, ya estábamos todos, era todo tan rutinario que aquel disparo me sacudió por dentro, me congeló la columna vertebral…creo que ya lo he dicho antes, la columna vertebral…una sombra abandonó el callejón a la carrera; yo me escondí detrás de un contenedor, no me pagaban para liarme a tiros en medio de la calle, aunque esperaba al menos poder llegar a tiempo para socorrer al herido. Pobre tipo, no era una manera digna de morir, en aquel callejón podrido y maloliente, total para robarle cuatro billetes de mierda…vi el bulto en el suelo, aquel enorme marido deshonesto o lo que fuera, con el pulso detenido, con la boca abierta debajo de la tela de su bufanda…me puse un guante para retirar la bufanda y poder verle la cara, sólo por la curiosidad de ver hasta dónde llegaba el parecido…congelado no es la palabra, creo que si me hubieran dado un golpecito con un martillo me habría desmoronado como un muñeco de nieve. A pesar de su corte de pelo, a pesar de la barba, era inconfundible…escuché unos tacones a mis espaldas, y me di la vuelta sabiendo de antemano quién venía a buscarme…apareció una mujer vestida de negro, el carmín rojo de sus labios parecía un corte abierto en su cara. Una ancha pamela negra le ocultaba los ojos, pero lo más curioso era lo que traía en sus manos; venía pelando parsimoniosamente un huevo duro con sus finísimos dedos. Quise decirle algo, pero se llevó un dedo a los labios. Después mordió el huevo, y pude ver su yema granulosa y amarillenta. No podía pensar en nada, excepto en las pocas mujeres que había apreciado en mi vida, sus rostros pasaban por mi mente como en un carrusel…supongo que era natural; sabía perfectamente que durante muchísimo tiempo iba a tratar exclusivamente con la pálida dama del callejón.






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8 comentaris:

  1. Wowwww Alejandro, esto que escribiste es buenísimo, ¿es el primer capítulo de alguna novela o solo es un relato? Además, por lo poco que he podido leer por allá abajo, tus "tuit" como tu los llamas, más parecen micro-relatos y te digo, son geniales!! Me ha encantado leerte volveré más asiduamente por aquí. Un abrazo.

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  2. Hola. Cómo te dije aquí me tienes, dando una vuelta por tu blog. Las entradas en catalán no soy capaz de leerlas pero en cuanto al relato de arriba, sorprendida es poco. Coincido con el comentario anterior puede convertirse perfectamente en novela, o tal vez ya lo hayas contemplado y la estés escribiendo. La frase <> me encanta como descripción. Seguiré visitándote, espero que tú también a mi. Un saludo.

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  3. Hola de nuevo. Transcribo la frase que el comentario anterior (o tal vez los fantasmas del callejón) ha eliminado. "Una curiosa dureza llena de debilidades". Otro saludo.

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  4. una construcción brillante, y además del género que a mí más me gusta. sigue así. ya estoy esperando el próximo relato. (es mi hermana, qué va a decir).

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  5. Me ha recordado muchísimo a Paul Auster: intriga y juego de identidades. Gracias por visitar mi blog. Seguidora me he hecho ya del tuyo, me gusta, aunque no pueda entender el catalá..:-) Un saludo!

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  6. Hola. Me ha gustado este relato, porque a mi parecer mezcla lo tradicional de un relato de misterio con algunos elementos innovadores (la mención a un huevo duro, por ejemplo). Quiero decir, añade a la ambientación "oscura" elementos cotidianos, del día a día, lo que hace que la historia parezca más cercana al lector. :D Suerte con el concurso.

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  7. Me gusto mucho este relato, pero, sigue?

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